abril 11, 2008

Mentiroso!

Las mentiras son tu vida,
cada día una nueva falacia,
cada día una nueva desilución.
Pero la porfiada verdad no te deja
La verdad te persigue,
me busca y me encuentra...

Siempre sale a la luz,

lamentablemente para ti....
Una y mil veces lo repito:

Una verdad dolorosa es mejor que una mentira tierna

No me digas te quiero si mientes
No me lo digas porque no lo creo
¿Cómo creer lo que dices si mientes?
¿Cómo creer que en ese instante no mientes?
En la cama revolcados de pasión ¿real?
Viviendo una vida de ¿amor?
Amándo a .... ¿a quien estoy amando?!
Qué parte de ti es real y cual una mentira
ya no se sabe el límite, quizá no hay límite
Aprende a vivir con la verdad,
aprende a evitar la mentira,
mientras no puedas con eso
no me digas nada, porque simplemente
NO TE CREO...

abril 01, 2008

Algo de soledad y remordimientos

Salía de aquel viejo hotel en el que encontró refugio después de aquel jueves, cuando no supo que hacer al ver esa escena que no podrá olvidar. Al pasar el pórtico de la recepción la realidad del invierno santiaguino la hizo volver a este mundo, se cubrió del viento frío con el cuello de su abrigo y junto al sonar de sus tacones se alejó lo más rápido que pudo. Mientras caminaba por la vereda desierta la lluvia empezó a cubrir de finas gotas el cabello rizado que enmarcaba su fino rostro, quizo correr, pero se dio cuenta que de sus pensamientos no podría arrancar, la traición de sus emociones comenzó a mezclarse con la lluvia, haciendo que el llanto y la tormenta se hicieron una.
Finalmente logró abrir la puerta de su departamento, estaba todo tirado, igual que el día que lo abandonó corriendo por el lobby, cada rincón de ese lugar le recordaba lo sucedido y el dolor volvía a ser tan fuerte como aquel jueves de un año atrás. No quizo seguir martirizándose, sólo tomó los papeles que necesitaba y volvió a salir, con la convicción de no volver jamás. Vendería el lugar y se iría a España, tal vez allá olvidaría la sangre que tiñó sus zapatos ese maldito día.
Habían pasado 318 días, los contaba en el calendario que veía a diario en el velador del hotel, y aún no podía olvidar la escena de Andrés, recordó que la habitación principal estaba desordenada y corrió al cuarto de baño al escuchar una voz moribunda que la llamaba: Amanda, Amanda. Casi hipnotizada por el sonido caminó al baño con el corazón latiendo más rápido de lo normal, no quería abrir la puerta, la aterraba lo que encontraría al otro lado, su instinto le impedía moverse más rápido, inspiró profundamente y entró. Ahí lo vió, tirado en el baño, las muñecas cortadas y un tip-top al lado del escusado. Se acercó a él y sus zapatos de día Domingo quedaron para siempre manchados de sangre, nunca logró quitar a Andrés de sus tacones preferidos, meses después desistió de la idea y terminaron al final del closet de su vivienda temporal.
Sabía que ya no había vuelta atrás, sabía que era inutil llamar una ambulancia, sabía que no quería llamar a nadie... lo miró a los ojos y con su suave voz le dijo, "tú quisiste que fuera así, no puedes culparme por tu muerte". Con las últimas fuerzas que Andrés tenía sólo atinó a decir, "no puedo vivir sin ti, prefiero morir que no tenerte" y se desmayó. Aún tenía signos vitales, pero su pulso era débil, no pasaron 5 minutos y Andrés dejó el mundo terrenal para siempre
Los primeros meses que Amanda vivió en el Hotel pensó que Andrés había deseado morir y si esa era su decisión ella no debía interponerse, pero pasado el tiempo esta idea se transformó en un castigo a su conciencia, la idea de haber podido salvarlo martillaba su cerebro día y noche, ya no pensaba en nada que no involucrara a su hermano, lo había conocido casi un año antes de su muerte, su padre se lo presentó como "tu hermano", era fruto de una aventura que había tenido cuando recién se había casado de con su madre y mientras estaba embarazada de ella. Al principio no supo como actuar pero poco a poco lo fue integrando en su vida, hasta llegar a ser tan cercanos como si se conocieran desde siempre. Fue en una de esas tardes en que se juntaban a tomar café después del trabajo, Andrés le confesó que estaba enamorado de ella, fue un viernes cuando el verano casi se marchaba. Desde ese día Amanda no lo llamó y trató de evitarlo, pensó que tal vez así se le pasarían los incestuosos pensamientos que rondaban su cabeza. Pasó casi una semana y Andrés no había dado señales de vida, "tal vez sea mejor así", pensó. Y como todos los días se tomó su café después de la oficina, esta vez sola, y se dirigió a su casa, siempre los jueves eran días pesados, lo único que quería era tomar una ducha.
Andrés se paseaba nervioso su pequeño departamento en el centro de Santiago, nunca le había gustado realmente, pero le servía para llegar temprano a su trabajo en la sucursal de Ahumada. Ordenó su ropa en una maleta de viaje, limpió el living, cortó el gas de la cocina y salió rumbo a la casa de Amanda. Sabía que ella guardaba una llave extra en la planta de la entrada, en un rincón oculto para los ojos del resto, pero que él conocía perfectamente. Había tomado la determinación y tenía que ser en su casa, de esa forma pensaba que no lo olvidaría. Nerviosamente subió los 5 pisos que lo separaban de su objetivo. Entró hasta el dormitorio y la recordó junto a cada una de sus pertenencias, al ver sus cosas adquiría más fuerza, eran las 10 de la mañana del jueves y decidió sacar el cartonero que tenía en su bolsillo izquierdo, entró al baño y cortó sus venas, en ningún momento se arrepintió, sólo quería que ella llegara, pero pasaron más de 6 horas antes que se cumpliera su deseo... A penas pudo vislumbrar su silueta, sus rizos le rozaron la cara, lentamente fue muriendo en sus brazos. Lo había logrado, estaba seguro que no lo olvidaría.
Amanda recordaba cada vez con más nitidez la escena y compredió que ella también se había enamorado de Andrés, que a pesar de intentarlo no podía olvidarlo y no tenía ganas de vivir sin él. Tomó la determinación, rápidamente entró a la librería de la esquina y pidió con voz firme y decidida "un cuchillo cartonero por favor"