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Mostrando las entradas de octubre, 2007

Un mundo paralelo que no conocí

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Faltaban 25 minutos para que el camillero me fuera a buscar a mi soleada pieza del hopital y los nervios me estaban comiendo el estómago, era mi primera vez en pabellón y todos me habían dicho que era una experiencia casi traumante... así que mientras el reloj avanzaba y se acercaba el momento mi corazón latía con fuerzas y un par de lágrimas salieron de mis ojos, tengo que confesar que sentí miedo, sí, miedo a no volver jamás del viaje que iba a iniciar en menos de 15 minutos, ahora creo que fui algo exagerada, pero en ese momento mis intestinos se retorcían A las 9:20 ya estaba con una típica bata de hospital (de esas que se te ve todo por atrás), gorro quirúrgico, mascarilla de oxígeno, un catéter en la mano izquierda, y en la derecha un clásico contador de pulsaciones... en posición de crucificción, parecía alienígena! y ya estaba lista para la anestecia general... lo último que recuerdo es que la anestecista me dijo que iba a sentir mareos, pero antes de eso yo ya estaba en un...

El despido

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Abrigo largo para minimizar el frío del invierno iba caminando por la calle más transitada de la ciudad, sin rumbo fijo, mirando las gotas que caían cada vez más rápido dobló por la primera esquina y se sentó bajo un cobertizo para descansar un rato. Pensaba en todo lo que se venía la semana siguiente, tendría que hipotecar la casa porque el dinero estaba escaso, cómo decirle a su mujer con 3 niños que lo habían despedido porque un jóven haría su trabajo por la mitad del dinero... simplemente no podía, el orgullo que le quedaba lo obligaba a salir cada mañana de su casa rumbo a un trabajo que no existía, pero ya llevaba una semana haciéndolo y la situación ya no era sostenible. Pero por más que intentaba encontrar una forma de decirlo en su hogar no era capaz de desilusionar a sus hijos. Decidió seguir su camino hacia ningún lugar porque el viento chocaba la lluvia contra su rostro, como recordándole que estaba en la calle y no en su oficina. Con las pocas monedas que le iban quedan...

La copa rota

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Simplemente tenía ganas de salir a tomar aire, no podía aguantar un segundo más en ese ambiente viciado por el dolor y la traición. Quería refrescar mi temple y vivificar mi aura; no podía parar de llorar, pero a medida que caminaba el viento helado secaba cada una de las lágrimas que bajaban por mi piel y no lograban tocar el suelo. Encendí un cigarro, otro y otro más. Hace 4 meses había dejado de fumar, pero hoy era necesario... la única escapatoria que tenía en ese momento era aspirar hasta la última bocanada de humo de ese cancerígeno placer. Quería arrancar de mi pecho lo que sentía en ese momento. Me sentía usada, cansada, violentada y sin fuerzas. Una vez más, no lo podría soportar. Tampoco podría aguantar que pisotearas el poco orgullo que me queda. Ya el llanto se había pasado, pero no podía sacar ese nudo de angustia que amarga mis labios. El bar de la esquina estaba abierto, entré y casi por inercia pedí una cerveza. El líquido frío atravesó a penas el nudo que tenía...